miércoles, 21 de diciembre de 2022

Armados hasta los dientes

 


Corea del Norte FOTO: AFP

MAURICIO VARGAS LINARES

Las potencias mundiales y países medianos disparan una carrera armamentista y nuclear.

Con el final de la Guerra Fría en la década de los noventa y con los discursos a favor del multilateralismo en los primeros años del milenio, muchos en el mundo creyeron que la resolución pacífica de los conflictos ganaría terreno en el planeta y, en consecuencia, que la carrera armamentista perdería buena parte de la fuerza que había ganado a lo largo del siglo XX. Pero esos pronósticos optimistas fallaron de manera garrafal.

La consolidación de Vladimir Putin en el Kremlin y la política expansionista de China desde el Pacífico hasta África, confrontadas a la reacción de los Estados Unidos y de la Unión Europea, y sumado todo ello a la agresividad de regímenes autocráticos como los de Irán y Corea del Norte, han garantizado a la industria armamentista mundial un nuevo impulso.

Todas las proyecciones coinciden en que el sector militar culminará 2022 con números que casi duplican los de mediados de la primera década del siglo XXI. Las 100 mayores empresas productoras de armas rozarán este año los 600.000 millones de dólares en ventas, contra 315.000 millones de dólares en 2006. Puede ser bastante más, ya que aún no es posible consolidar las cifras del acelerón armamentista por la guerra en Ucrania.

Desde hace años, Estados Unidos representa más de un tercio del gasto militar mundial. Y, para 2023, el Congreso en Washington acaba de aprobar un presupuesto de defensa y seguridad (que no solo incluye armas) de 858.000 millones de dólares. Es un 4 por ciento más que lo aprobado para 2022 y un 10 por ciento más que lo ejecutado en 2021. Para hacerse una idea de lo que implica este aumento, basta decir que entre 2015 y 2020, ese mismo presupuesto apenas creció un promedio de 2 por ciento anual.

Adiós al pacifismo

Tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, con sus ciudades arrasadas por tres años de bombardeos convencionales y el estallido de sendas bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los nuevos líderes de Japón hicieron una fuerte apuesta por el pacifismo. Según la Constitución de 1946, sus fuerzas armadas estarían limitadas a lo que hoy son 250.000 efectivos activos y 60.000 de reserva, dedicados de manera exclusiva a “la autodefensa del país” y de su territorio.

Pero el viernes pasado, el Gobierno reveló la nueva Estrategia de Seguridad Nacional, primera en más de una década, que marca un giro radical. El plan prevé un gasto militar de más de 312.000 millones de dólares en los 5 años venideros, lo que elevará ese rubro del presupuesto de 1 a 2 por ciento del PIB. La nueva estrategia busca aumentar “la capacidad de contraataque” y no excluye que los nuevos medios permitan “alcanzar territorio enemigo”.

Japón mantiene una disputa con China por la soberanía de las islas Senkaku –que China llama islas Diaoyu–, unos islotes rocosos y desiertos al noreste de Taiwán, no lejos de Okinawa. La amenaza de Beijing de recuperar Taiwán e incorporarlo a la República Popular China, que se manifiesta en continuas operaciones navales y áreas en la zona, otorga valor estratégico a estas islas. Pero en el fondo, se trata del retorno a una disputa milenaria entre chinos y japoneses por el Pacífico occidental.

Alemania es el otro país derrotado en la Segunda Guerra Mundial que había hecho una apuesta pacifista. Todo eso cambió pocos días después de la invasión rusa a Ucrania, a fines de febrero, cuando el canciller Olaf Scholz, un socialdemócrata al frente de una coalición que incluye a los ecologistas –pacifista por tradición–, anunció ante el parlamento en Berlín el mayor programa de gasto militar en casi 80 años.

El plan alemán, respaldado por el conjunto de partidos políticos del país, prevé agregar 107.000 millones de dólares de aquí a 2026, al gasto ya previsto para defensa y seguridad. Al igual que en Japón, esto llevará dicho gasto al 2 por ciento del PIB. El gasto militar anual pasará de promedios de 50.000 millones de dólares a más de 75.000 millones, y pondrá a Alemania a competir por el tercer lugar entre las potencias militares, detrás de Estados Unidos y China.

Para justificar la decisión, Scholz aseguró que sus fuerzas armadas estaban “estructuralmente desfinanciadas desde 2010”. “Es claro –explicó a los parlamentarios, mientras a pocos miles de kilómetros resonaban los cañones en Ucrania– que necesitamos invertir significativamente más en la seguridad de nuestro país para proteger nuestra libertad y nuestra democracia”.

Alemania estuvo dividida durante décadas de Guerra Fría, con la mitad este –la República Democrática de Alemania (RDA)– bajo dominio del bloque soviético. Y ese fantasma volvió a asomar tras la invasión de Ucrania por las tropas rusas. Al caer el muro de Berlín y desaparecer la Unión Soviética, el país reunificado apostó por un acercamiento con Moscú, que implicó diplomacia y muchos negocios, con grandes inversiones germanas en Rusia y la dependencia alemana del gas ruso.

Pero como bien lo dijo el dirigente socialdemócrata Nils Schmid, “el diálogo y la cooperación Rusia no han funcionado y hemos entrado en una nueva era de seguridad europea”. “Durante 30 años hicimos hincapié en el diálogo y la cooperación con Rusia –se lamentó– y es amargo reconocer que no funcionó”.

Francia y el Reino Unido no se quieren quedar atrás. El gobierno de Emmanuel Macron aprobó un presupuesto de defensa de más de 45.000 millones de dólares, casi 90 por ciento dedicado a compras de equipo militar que van desde tanques, cañones y vehículos artillados hasta estaciones satelitales navales y terrestres. Es un 7,4 por ciento más que en 2022 y 36 por ciento más que en 2017.

A su vez, el Gobierno británico trazó un programa de 2023 a 2030, que busca pasar el gasto en defensa de los 58.000 millones de dólares de este año a más de 120.000 millones anuales al final de la década, lo que significaría entre 2,5 y 3 por ciento del PIB. Si lo logra, estaría compitiendo con Alemania por ser la tercera potencia militar del planeta.

Otros aumentos son evidentes en España, Italia, Polonia, Rumania, República Checa y varios países más en la Unión Europea. “La guerra en Ucrania ha servido a Europa –sostiene un documento de la firma alemana Main First, que asesora y gerencia inversiones y fondos– para redescubrir sus necesidades de seguridad, subestimadas durante mucho tiempo”.

China, Rusia y otros

Aunque los expertos occidentales sostienen que las cifras de gasto militar de China, basadas en informes oficiales, no son del todo confiables, en el gigante asiático es evidente desde hace varios años un aumento constante de este presupuesto. Para 2022, y con el objetivo de reintegrar a Taiwán a su territorio, Beijing reconoció haber aumentado más del 7 por ciento este rubro, hasta los 230.000 millones de dólares.

Los analistas del Sipri (Instituto Internacional de Estudios para la Paz), basado en Estocolmo (Suecia), piensan que ya para 2022 el gasto chino en defensa y seguridad superó los 300.000 millones de dólares. Entre 2010 y 2020, ese presupuesto se había duplicado, al pasar de 130.000 millones de dólares a casi 260.000 millones.

Con la obsesión de hacerse con Crimea y amplias zonas del este y el sur de Ucrania, Putin impulsó en Rusia el gasto militar y de seguridad. Desde el fin de la Unión Soviética y antes de 2004, nunca pasó de 20.000 millones de dólares anuales. Pero para fines de la primera década del siglo ya rondaba los 50.000 millones de dólares por año. En 2013 tuvo un pico de 88.000 millones de dólares y luego se estabilizó no lejos de los 70.000 millones anuales.

No es claro qué pasará en 2023, tras la pérdida de un tercio del equipo militar comprometido en la fallida invasión a Ucrania y en medio de la crisis económica que vive Rusia. Pero es difícil imaginar que Putin vaya a frenar el gasto militar, ahora que necesita sostener la apuesta que hizo cuando sus tropas pasaron la frontera a fines de febrero.

Otros países aparecen con fuerza en el listado de competidores en esta carrera armamentista. India, con 80.000 millones de dólares anuales en gasto militar; Corea del Sur, con 45.000 millones; y Australia, con 28.000 millones, marcan todos aumentos significativos de un año a otro.

Nuevas formas y gastos

A los analistas del Sipri, en Estocolmo, les preocupa en particular lo que puede pasar en el campo de las armas nucleares. El número de cabezas nucleares tocó techo en 1987, durante los últimos sacudones de la Guerra Fría: había 70.000 cabezas, casi todas en poder de EE. UU. y la Unión Soviética.

Los acuerdos de desarme de fines de los 80 y que siguieron a lo largo de los 90 y a inicios de este siglo, llevaron a una reducción impactante y esperanzadora, hasta 12.705 cabezas nucleares en 2022. Pero, según el Sipri, esa tendencia viene cambiando, por cuenta de China, por la guerra de Ucrania y por la amenaza nuclear de Corea del Norte e Irán.

“Pronto llegaremos –se inquieta Matt Korda del Sipri– a un punto en el que, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, el número de armas nucleares en el mundo pueda aumentar, un fenómeno realmente peligroso”. Rusia y Estados Unidos poseen unas 6.000 cabezas nucleares cada uno, mientras China tiene cerca de 400: pero el plan de Beijing es cuadruplicar esa cantidad en pocos años, con armas que combinen guerra espacial y misiles hipersónicos.

Y es que más allá de la renovada amenaza nuclear, esta nueva versión de la carrera armamentista incluye enormes gastos en campos inexistentes hasta hace pocos años como los ya mencionados de guerra espacial y misiles hipersónicos, y la inteligencia artificial (IA) aplicada al campo militar y de defensa.

China apostó hace rato por lo que sus mandos militares definieron como “la guerra inteligente”. Y en cuanto a Putin, ya en 2017 aseguró en un discurso: “Quien se convierta en líder en esta esfera (de la IA militar), se convertirá en el gobernante del mundo entero”.

Tomado de: https://www.eltiempo.com/mundo/mas-regiones/analisis-de-mauricio-vargas-727629


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