El progresismo colombiano siempre fue enemigo del gasto que juzgaba excesivo en materia de defensa.
Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor de la Universidad del
Rosario
“Solo Dios y los imbéciles no
cambian”, afirmación que se le atribuye al expresidente peruano Alan García,
cabe perfectamente en la izquierda colombiana para entender algunos de sus
cambios de postura, una vez abandonado el rótulo opositor.
El progresismo colombiano se
hizo fuerte por su labor de contradictor y muchos de los que hoy sobresalen en
el Pacto Histórico o en Dignidad, lo hacen por haber hecho una oposición basada
en el antimilitarismo. El progresismo colombiano siempre fue enemigo del gasto
que juzgaba excesivo en materia de defensa. Colombia es el segundo Estado de
América Latina que más puntos del PIB invierte en tal rubro (después de
Brasil). Aunque parezca contradictorio, el gasto militar desde el Acuerdo de
Paz de La Habana con las FARC no ha dejado de aumentar y entre 2012 y 2021 se
calcula en más del 30%.
Aun así, la situación de
inseguridad que viven Estados como Brasil, Colombia y México hace que incluso
teniendo gobiernos progresistas o de izquierda (en el pasado reciente para el
caso del primero) el gasto militar se haya mantenido alto. En el mandato de
Lula da Silva, entre 2008 y 2009, el gasto en defensa brasileño creció 16%, más
del doble del promedio latinoamericano.
Colombia vive una situación
similar ante el anuncio de Gustavo Petro de que sería necesario cambiar la
flota de aviones de combate de la Fuerza Aérea, algo que el gobierno pasado
había intentando, pero que terminó descartando por la urgencia de la reforma
tributaria y la crisis social en medio del Covid. Como resulta obvio, el cambio
de postura ha suscitado una controversia en el seno de la misma izquierda que ve
con desconcierto cómo lo que antes se condenaba, ahora se justifica. ¿Qué puede
explicar semejante cambio?
Primero, el talón de Aquiles de la izquierda no solo en Colombia sino en general en América Latina, ha sido el manejo de la defensa y la seguridad, históricamente percibidos como activos de la derecha. La tesis histórica de la izquierda es que a medida que mejoren las condiciones socioeconómicas, la situación de seguridad debe concomitantemente hacerlo.
Sin embargo, ahora que es
gobierno debe gestionar políticas de defensa y seguridad no solo desde la
inversión social, sino manteniendo el monopolio de la fuerza. Colombia sigue en
guerra y la inseguridad sigue estando presente. A esto se suma la necesidad de
que el progresismo demuestre que es capaz de concretar una política de defensa
que vaya más allá de la retórica. Dicho de otro modo, la izquierda está pagando
el precio de haber menospreciado a la seguridad y defensa y empieza a
reconocerlos como un sector tan importante como el social, más aún cuando las
amenazas al orden público son profusas.
Asimismo, habla bien del
progresismo que sea capaz de cambiar de posturas y adaptarse a los retos que
implica la “paz total” desde el discurso militar. Esto quiere decir, que el
cambio de doctrina de defensa que ha propuesto el gobierno Petro debe
materializarse sin abandonar la renovación de capacidades militares,
indispensable para cualquier Estado, más aún cuando se está planteando la
necesidad de un cambio en la estrategia contra las drogas, una defensa de la
selva amazónica como parte de la seguridad y el combate sin concesiones a la
criminalidad.
El reto para el gobierno
consiste en demostrar que no existe dilema entre gasto militar e inversión
social, lo cual implica deshacer buena parte de la retórica que, en los últimos
años, lo llevó al poder. Seguramente, la decisión de renovar la flota significa
la pérdida de apoyos en las bases que siguen viendo con preocupación un
supuesto militarismo, pero al tiempo, confirma que el progresismo colombiano es
capaz de evolucionar para dotarse de un discurso en materia de seguridad que
supere lugares comunes y le arrebate a la derecha lo que históricamente ha
parecido un monopolio.
En el corto plazo, el gobierno
deberá mostrar resultados con una población que no da margen de espera, pues la
degradación de la seguridad y del orden público sigue siendo patente, aún con
las mejoras de los últimos años, producto en buena medida del Acuerdo de paz
con las FARC.
Tomado de: https://www.blogger.com/u/1/blog/post/edit/7384774282337441779/1155830668448921223
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