Salud Hernández. Bogotá
Noviembre 8 de 2019. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. © Publicaciones
Semana - Juan Carlos Sierra
Puesto que soy blanca y mitad
española, dirán que lanzo un vil ataque racista y colonial. Si fuese negra,
como Polo Polo, me tildarían de traidora a la raza y al género. Y si la tuviera
de vecina en Dapa, me acusarían de redomada clasista.
Resulta tan simple y
repetitiva su cantaleta, que va siendo hora de que cambie de estrategia. Deje
de hacerse la mártir, vicepresidenta.
La ola de críticas por
desplazarse en helicóptero a su casa de fin de semana nada tiene que ver con
que sea negra, blanca, azul o amarilla, o que trabajara un tiempo en una casa
de familia (por cierto, ¿con quién y por cuántos meses? Extraño no revelar la
identidad de sus supuestos negreros, así fuese para evitar que sigan explotando
a otras mujeres).
Escoger una zona residencial
de estrato alto y usar el Black Hawk como un taxi es un asunto de coherencia
política, ética y honestidad intelectual.
El Pacto Histórico y afines se
pasan la vida lanzando dardos contra los que viven en Dapa o en el sur de Cali,
tildándolos de esclavistas, de ricos desaprensivos, de explotadores. Poco menos
que si residen allá es porque han robado y exprimido a los colombianos de piel
negra desde generaciones atrás y son tan malvados que no reparten sus bienes
mal habidos entre los pobres.
Pero en cuanto la extrema
izquierda conquista el poder, se mudan al mismo sitio de los que tanto repudian
y alardean del derecho que los asiste. Porque ellos sí son, a diferencia de los
perversos ricos, almas puras y solidarias que han escalado a la cima y merecen
la buena vida. Más aún la vicepresidenta, que se desplaza en helicóptero
mientras los supuestos oligarcas blancos se aguantan los trancones de una
ciudad caótica gobernada por el desastroso Iván Ospina.
Aunque les había funcionado
antes, empieza a agrietarse el escudo de la discriminación social y racial que
Francia Márquez y su comité de aplausos levantan para protegerse de las
críticas, ante la falta de argumentos serios.
Y pese a que aún quedan
racistas porque la estupidez humana es inagotable, no dejan de ser minoría en
esta Colombia diversa. A la inmensa mayoría de colombianos les importa un
pimiento el color de la piel o el origen social de la vicepresidenta, así ella
haya sabido utilizar ambas condiciones para acaparar votos y llegar donde está.
Lo que fastidia, al margen del
despilfarro, es que la izquierda radical se la pase predicando una cosa y
haciendo la contraria.
En eso se parecen a la
ignorante y prepotente ministra de la Igualdad de España, a la que Francia dice
admirar. Irene Montero juraba, igual que su muy comunista esposo Pablo
Iglesias, que envejecerían en Vallecas, su barrio obrero de toda la vida.
Atacaron con saña y durante semanas a un ministro de Economía de derecha porque
se compró un ático de 600.000 euros en un barrio elegante. Y eso que el señor,
que ocupaba el primer cargo público de su vida, había hecho una fortuna en la
empresa privada y no tenía que explicar nada.
Pero Irene Montero, de
escuálida hoja de vida y ministra solo porque la nombró su esposo cuando fue
vicepresidente del Gobierno, adquirió una casa grande con piscina, también de
600.000 euros, en Galapagar, un lugar de Madrid de estrato alto, parecido a
Dapa.
A pesar de que ambos son
blancos, comunistas y no eran de cuna pobre, les llovieron las críticas por su
desvergüenza. “De malas”, también contestó la abusiva pareja a su manera,
matados de la risa.
Porque la extrema izquierda
sufre de una incoherencia congénita que nada tiene que ver con la raza y sí
mucho con una ideología momificada, sustentada en los pilares de la mentira, el
resentimiento y el odio.
Tampoco la vicepresidenta
resultó coherente en lo relativo al Ejército. Este Gobierno proclama que no son
necesarios militares en el casco urbano de pueblos calientes del Cauca, tipo
Corinto, y los sacan. Pero cuando Francia Márquez quiere pasar el fin de semana
en Dapa, militarizan el área.
De pronto la vice se mostró
displicente y arrogante ante la pregunta de SEMANA, influenciada por su
reciente viaje a La Habana. Allá sí saben diferenciar entre el pueblo sometido,
encarcelado y pobre, “los nadie”, y la clase dirigente privilegiada. Seguro que
la hospedaron en el conjunto residencial, rodeado de jardines y lago, para los
amigos de ese Partido Comunista que subyuga a los cubanos desde hace seis
décadas.
Le habrán inculcado la
consigna de izquierda radical por excelencia: “Ahora nos toca a nosotros. De
malas si les molesta”. En todo caso, y le guste o no, Francia se equivocó y en
lugar de reconocerlo y rectificar, persistió en la arrogancia.
Por cierto, volví a pasar por
La Toma, su corregimiento natal, y, una vez más, no me dejaron pasar. Pero
alcanzaron a decirme que siguen sin acueducto y con otras carencias que saltan
a la vista. “Presionen a Francia, pasa el tiempo y no hace nada”, les contesté.
Y vi una cancha de tierra donde cabe un helicóptero. Solo se lo recuerdo a
Francia por si le provoca ir.
Tomado de: https://www.msn.com/es-co/noticias/other/vicepresidenta-no-se-haga-la-v%C3%ADctima/ar-AA18MkK1?ocid=msedgntp&pc=U531&cvid=bcb7623395e3422aa1c45f1e31e38c71&ei=12
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