Eran miles de jóvenes felices,
inocentes, amantes de la música y deseosos de expresar su amor por la cultura
de manera efusiva. De repente llegaron los estruendosos y letales misiles
arrojados de manera despiadada a la multitud y las ráfagas incesantes dirigidas
para aniquilar cada vida allí reunida.
Muchos intentaron llegar a sus vehículos para huir de la barbarie,
pero las vías estaban bloqueadas y las ráfagas se dirigieron también hacia
ellos. Otros internaron albergarse en refugios para huir del fuego, pero sus
victimarios no tuvieron problema en arrojar granadas al interior de los
resguardos para exterminar a sus víctimas con la explosión o con el humo. Otros
recibieron tiros de gracia. Decenas de israelíes fueron secuestrados, niños
asesinados de la manera más vil y familias enteras fueron laceradas para
siempre en su dolor eterno.
Esta fue la agresión que sufrió el
pueblo de Israel en su territorio por parte de animales salvajes que militan en
un grupo terrorista que, desde su fundación, en 1987, aboga por la
exterminación del pueblo judío y el Estado de Israel. Hamás es la encarnación
de la cobardía terrorista y el enemigo principal para la búsqueda de cualquier
solución pacífica a un conflicto histórico. Desde 2005 cuando Israel se retiró
de la Franja de Gaza, Hamás ha buscado de manera despiadada lanzar misiles
hacia el pueblo de Israel y de la misma manera ha puesto a la población
palestina de escudo para que cualquier respuesta militar a sus atrocidades sea
el vehículo para victimizarse y deslegitimar el derecho de las naciones a
defenderse de las agresiones. Hamás ha presionado a la población para que, en
hospitales, escuelas y residencias, se ubiquen muchas de sus células y, desde
ahí mismo, se ataque limitando la capacidad efectiva de respuesta.
Bajo esa presión constante, Hamás
se ha opuesto a la paz y saben que entre más sanguinarias sean sus acciones,
más contundencia habrá en la respuesta. ¿Por qué y para qué quería Hamás lanzar
el tenebroso acto de terror que ha estremecido al mundo entero? Porque quería
sabotear la aproximación de Israel con sus vecinos y para desatar furia,
venganza y rechazo hacia Israel en caso de una retaliación contra Hamás en
Gaza.
Esa complejidad es la que hoy, más
que nunca, nos hace pensar en el reto que tiene Israel de defenderse de manera
contundente y hacerlo a la luz del derecho internacional, mientras sus enemigos
violan todas las reglas desde el reclutamiento de menores hasta el uso de
espacios ciudadanos como centro de planificación y ejecución de actos de
terror.
Desde luego a Hamás no le importan
las vidas de sus víctimas ni muchos menos la de los inocentes palestinos. Usan
el terrorismo para atacar y luego convierten la respuesta a sus trincheras,
mimetizadas en la gente inocente, en una narrativa de “terrorismo de Estado”.
Desmantelar a Hamás es un
prerrequisito para la construcción de la paz. Prevenir de una vez por todas los
lanzamientos de misiles y las incursiones armadas de células criminales, es
vital para la existencia de Israel, por lo cual las acciones militares deben
ser contundentes y legítimas a la luz del derecho internacional humanitario.
No obstante, la situación es aún
más compleja. Hamás tiene en su plan previsto que, si Israel invade la franja
de Gaza, también atacaran desde Cisjordania y activaran a sus peligrosos
aliados de Hezbollah desde el Líbano, creando tres frentes de desgaste donde
Israel quedará fatigado al cabo de varias semanas, además de ser atacado
reputacionalmente por todos los efectos de su defensa en términos de vidas y de
proporcionalidad.
La situación es entonces delicada,
porque a estos escenarios se suma la preocupación de cuál será la reacción de
Irán y también de cómo se activarán células fundamentalistas antisemitas en
distintos lugares del mundo.
Por el lado político, Israel está
polarizado y el gobierno bajo ataque, aunque se ha construido un gabinete de
unidad nacional para sortear la crisis. Las tensiones sobre las fallas de
inteligencia frente a este ataque no cesan, aunque todo el pueblo de Israel
sabe que esta crisis es un desafío existencial del que no hay espacio para la
división.
El mundo entero debe entender estas
complejidades y respaldar a Israel y al pueblo Palestino para que, de una vez
por todas, puedan deshacerse de Hamás. Hacerlo traerá grandes riesgos, pero es
más riesgoso no actuar con determinación y resultados.
Este no es un momento de
ambivalencias morales, ni mucho menos de silencio e indiferencia frente al
terrorismo. Debemos entender todos que de esta tragedia el único camino posible
de construcción de paz empieza por el fin de Hamás y la creación de una sólida
institucionalidad Palestina que permita retomar el rumbo creíble descrito en
los acuerdos de Oslo en 1993, donde se abrió el camino para la convivencia
pacífica de dos Estados. Con Hamás este camino no existirá jamás.
Tomado de: https://www.semana.com/opinion/articulo/nunca-hamas/202311/
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