lunes, 3 de junio de 2024

De cómo se perdió Colombia

 

Alberto Lleras© Héctor Osuna

De los tiempos de Fernando Londoño, cuando este habló de volver trizas el equívoco proceso que adelantó el entonces presidente Juan Manuel Santos, al día de hoy, fueron cumpliéndose paso por paso los metódicos daños a la democracia colombiana.

Del fast track aplicado al Congreso para no deliberar con cabeza fría lo que se estaba decidiendo, pasando por el desconocimiento de la voluntad popular, cuando al pueblo se le preguntó sobre los llamados acuerdos y el pueblo dijo que no le parecían, y llegándose a que un país de izquierda, garante agazapado de los mismos, levantara polvo con el Premio Nobel y tapara con honores el abismo político, hasta desenrollarse la pita y quedar atrapados el día de hoy, este ha sido el doloroso trayecto, el vía crucis que nos agobia y del que no hay ni para qué quejarnos.

Sí, estamos en un país comunista. Se solivianta a la población, a cualquier multitud se la denomina pueblo y es voluntad constituyente. Se marcha la empresa privada, se le baja al país la calificación económica arduamente conseguida y somos pasivos porque nadie quiere la guerra. Desde esta columna tampoco, nos invade la cobardía y nos llegó hace rato la vejez. Vemos decaer a la prensa, corta de paginaje, desteñidas sus tintas, desanimadas sus noticias.

Falta un corajudo, no un violento ni un arbitrario, un líder caudaloso, un Alberto Lleras, flaco, endeble, “terso, helado”, como lo llamó alguien desde su propia revista cuando dejó de dirigirla, pero todo él hecho de carácter. En los episodios contra la dictadura del otro Gustavo (Rojas Pinilla), fueron este Lleras y su partner, mas no copartidario, Guillermo León Valencia, quienes salvaron al país, ya casi vencido por los colaboracionistas. Me refiero a gente del común, como nosotros; ahora en autos oficiales, los lujosos Chevrolet 55 del régimen. Así sostenían ellos el poder absoluto; eran una clase media acomodaticia. Valencia, mayorazgo de la casa Valencia, debió tener la piel dura como hijo del autor de “Anarkos”, aquel poema de los “siervos del pan”, hombre hecho más para la leyenda que para la acción; presidente, sin embargo, odiado por la gente de hoy.

En cuanto a la constituyente que hoy se propone, no se sabe si como amenaza o como posible, que no lo es, cree el excanciller Leyva que bien pudiera derivar su rara legitimidad de los acuerdos del 2016, depositados en Naciones Unidas, el ente de la mayor respetabilidad internacional. Pero son acuerdos de paz interna, por Dios, no son tratados públicos, no son pactos entre naciones y eso faltaba, que los acuerdos que ponen fin a reyertas intestinas fueran un novedoso método de reformar la Constitución. ¿Y las Naciones Unidas qué pueden hacer? No son ellas parte del conflicto, sólo dar honorable testimonio de los acuerdos. Muy habilidoso Leyva, con su llave maestra.

Tomado de: https://www.msn.com/es-co/noticias/nacional/de-c%C3%B3mo-se-perdi%C3%B3-colombia/ar-BB1nvGkv?ocid=msedgntp&pc=U531&cvid=2cafde243c044bde8189691077de5478&ei=8


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