Portada del libro "300 preguntas en 300 palabras", del autor Gabriel Ben-Tasgal
El
conflicto entre Israel y Palestina ha sumado un nuevo episodio de violencia
tras el ataque terrorista perpetrado por Hamas en territorio israelí el 7 de
octubre de 2023. Este evento ha reavivado las tensiones en una región que lleva
más de siete décadas sin encontrar una solución definitiva.
Las
tensiones escalaron a tal nivel que varios países están trabajando
incansablemente para hallar una solución diplomática al conflicto y evitar una
guerra total en Medio Oriente. A más de un año de la masacre terrorista, los
enfrentamientos no se reducen únicamente a las tropas israelíes y al grupo
palestino en la Franja de Gaza. Las organizaciones extremistas de la región,
aliadas de Hamas y todas promovidas por el régimen de Irán, iniciaron una
ofensiva contra Israel apenas un día después de aquel 7 de octubre, provocando
una regionalización del conflicto.
El
grupo terrorista libanés Hezbollah comenzó a atacar territorio israelí lanzando
decenas de proyectiles. Poco tiempo después, los rebeldes hutíes de Yemen
también se unieron al conflicto con ataques constantes contra el transporte
marítimo en el Mar Rojo y el Mar Arábigo, así como el lanzamiento de misiles y
drones contra Israel. Lo propio ocurrió -y sigue ocurriendo- con las milicias
chiítas en Irak y Siria, que han incrementado sus amenazas y ataques contra Tel
Aviv.
Incluso
Irán, que siempre utiliza a sus proxis de la región para atacar a Israel, abrió
un nuevo capítulo en su enfrentamiento con el Estado judío. El pasado mes de
abril lanzó el primer bombardeo directo contra territorio israelí; una nueva
agresión tuvo lugar hace apenas unos días, el pasado 2 de octubre, en respuesta
a las muertes del jefe de Hezbollah, Hassan Nasrallah, y a la de un comandante
de la Guardia Revolucionaria persa en un bombardeo israelí en Beirut.
Los
enemigos de Israel justifican sus ataques por un supuesto apoyo a “la causa
palestina” tras el inicio de la guerra en Gaza. Sin embargo, tanto Irán como
los grupos terroristas a los que financia y promueve la República Islámica no
ocultan su deseo -y objetivo- de hacer desaparecer al Estado judío.
A
medida que persiste la guerra y el conflicto se sigue expandiendo en toda la
región, resulta indispensable conocer el contexto de un enfrentamiento que no
encuentra solución y se cobra la vida de miles de víctimas.
El
autor Gabriel Ben Tasgal explica en detalle los pormenores del conflicto
israelí-palestino en el libro “300 preguntas en 300 palabras”.
En
el prólogo indica que “el odio antisemita se manifiesta de tres formas”:
“Primero, un judeófobo moderno asegura que el Holocausto no sucedió. Segundo,
el judeófobo actual expresa que los judíos (o el Mossad) están detrás de todas
las crisis. Tercero, el judeófobo moderno entiende que es discriminador e
inaceptable declararse antisemita por lo que opta por odiar al judío entre las
naciones (Israel) y lo hace de forma obsesiva, maniqueísta y demonizadora”.
Asimismo,
sostiene que “criticar a Israel es legítimo” y hace referencia a la
“demonización obsesiva” del Estado de Israel desde medios de comunicación y
otras instituciones, así como desde académicos y partidos políticos.
Mismo
conflicto, dos miradas muy distintas
El
autor remarca una diferencia de raíz en la génesis del conflicto, que resulta
vital para comprender los comportamientos de las partes. Según explica, para la
gran mayoría de los judíos que habitan el Estado de Israel, el conflicto es
territorial. En cambio, para la mayor parte del pueblo palestino, es religioso.
De
acuerdo con las creencias judías, la tierra es menos importante que la vida.
Por ello, ceder territorios considerados “nacionales” representa una acción
justificada siempre que garantice la paz.
Sin
embargo, el Islam tradicional considera a la judía como una religión falsa, y
no los reconoce como pueblo. Además, los acusa de ocupar propiedades heredadas
al Islam y de retener parte de la tierra santa islámica que no puede ser
cedida.
Historia
del conflicto
En
1922, la Sociedad de las Naciones encomendó a Reino Unido la administración de
los territorios que antes pertenecían al Imperio Otomano, entre ellos
Palestina, en virtud del Tratado de Versalles.
Bajo
el mandato británico, que duró hasta 1947, se produjo la primera gran migración
de judíos a esa región, impulsada por la Declaración de Balfour, en la que los
británicos apoyaron la creación de un “hogar nacional para el pueblo judío” en
Palestina. La década de 1930 fue el periodo con mayor número de migrantes, la
gran mayoría huyendo de la persecución nazi en Alemania.
El
incremento de la presencia judía provocó el rechazo de la población árabe
local, lo que desembocó en disturbios entre 1936 y 1939. Como respuesta, en
1937 se propuso dividir Palestina en tres áreas: un estado árabe, un estado
judío y una zona neutral para los lugares sagrados. Esta propuesta no prosperó
y, tras la Segunda Guerra Mundial, en 1947, el Reino Unido recurrió a la
Organización de las Naciones Unidas (ONU). La ONU sugirió la creación de dos
Estados y un régimen internacional para Jerusalén. Aunque la propuesta fue
aceptada por los sionistas, los árabes la rechazaron.
El
14 de mayo de 1948, David Ben Gurión proclamó la independencia del Estado de
Israel, lo que llevó al estallido de la primera guerra árabe-israelí con la
invasión iniciada por Egipto, Siria, Jordania, Irak y Líbano. En ese conflicto,
Israel ocupó el 77% del territorio palestino, mientras que Jordania y Egipto
controlaron el resto. En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, Israel
derrotó a las fuerzas árabes y se expandió, ocupando la península del Sinaí,
los Altos del Golán, Gaza y la Ribera Occidental.
En
1964 se creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), liderada
por Yasser Arafat. La OLP protagonizó acciones violentas y atentados, como el
perpetrado contra la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich de
1972, donde murieron once miembros del equipo. En 1987, estalló la primera
intifada contra la ocupación israelí en la Ribera Occidental y Gaza, culminando
en los Acuerdos de Oslo de 1993, que establecieron la Autoridad Nacional
Palestina para gobernar estos territorios. Sin embargo, la paz no se consolidó
y en 2000 estalló la segunda intifada.
Tras
la muerte de Arafat en 2004, el liderazgo de la OLP pasó a manos de Mahmoud
Abbas. En 2013, la Autoridad Nacional Palestina cambió su nombre a Estado de
Palestina, aunque su reconocimiento como Estado independiente es limitado.
Los
terroristas de Hamas gobiernan de facto en Gaza desde 2006. Desde entonces, el
grupo ha lanzado ataques contra Israel con cohetes y misiles, financiados y
apoyados por el régimen de Irán. Las hostilidades entre Hamas e Israel han
derivado en cinco guerras (2008, 2012, 2014, 2021 y 2023) y constantes
enfrentamientos. Como parte de sus operaciones militares, Israel impuso un
bloqueo a la Franja de Gaza para evitar la entrada de armas, en el contexto de
la Operación Plomo Fundido (2008-2009).
A
pesar de varios intentos de paz, la región sigue sumida en un conflicto que ha
dejado innumerables víctimas de ambos lados.
La
propuesta israelí que no aceptó Palestina y la situación actual de los
territorios
Como decía Ben Tasgal, para los palestinos el conflicto no es territorial. Y eso lo dejó claro Mahmoud Abbas en 2008. En septiembre de ese año el entonces primer ministro de Israel, Ehud Olmert, ofreció una propuesta para hallar una solución pacífica al conflicto, que incluía el establecimiento de un Estado Palestino reconocido internacionalmente y por Israel.
Según
el autor, la lógica de Olmert era la siguiente: “Israel se queda con la gran
mayoría de los ciudadanos israelíes pero renuncia a la inmensa mayoría de los
territorios en disputa y hasta compensa por los bloques anexados”.
Además,
para unir Gaza a Cisjordania ofreció una ruta de cuatro carriles ubicada en
territorio israelí por donde solamente circularían autos palestinos.
Para
Jerusalén, otro de los focos del conflicto, la propuesta era el siguiente: los
barrios judíos quedarían para Israel, mientras que los árabes serían para el
Estado Palestino. La Ciudad Vieja, en tanto, se dividiría en dos: los barrios
árabe cristiano y musulmán serían palestinos, y el armenio y judío
corresponderían a Israel. Lo que está sobre el Monte del Templo, por su parte,
quedaría para Palestina, y el Muro de los Lamentos seguiría siendo judío.
Abbas, sin embargo, no respondió a la oferta con la excusa de que Olmert estaba a punto de renunciar. Al igual que Arafat en el pasado, no propuso una contraoferta.
Situación territorial actual entre Israel y Palestina (Europa Press)
En febrero de 2004 el primer ministro israelí Ariel Sharon anunció un plan para retirar todos los asentamientos judíos y las tropas de Gaza. En septiembre de 2005 se bajó la bandera de Israel en Gaza. Hasta junio de 2007 el control del enclave estuvo a cargo de la Autoridad Palestina, que luego fue derrocada por los terroristas de Hamas. Desde entonces, la Franja de Gaza es controlada por los extremistas.
La situación en Cisjordania, sin embargo, es diferente. Por los acuerdos de Oslo, los palestinos asumieron un gobierno autónomo en las ciudades palestinas y en unos 450 poblados. La zona se dividió en tres territorios: A, B y C.
Los
territorios A lo conforman Ramallah, Belén, Jericó, Jenin, Tulkarem, Kalkilya,
Nablus y la parte árabe de Hebrón. Bajo dominio civil y militar de la Autoridad
Palestina, allí los civiles israelíes no pueden ingresar por orden de su
gobierno por temor a que sean asesinados.
Los
territorios B están administrados civil y policialmente por la Autoridad
Palestina, mientras que la seguridad perimetral está a cargo de Israel.
Los
territorios C, en tanto, están bajo control civil y militar de Israel, y
representan el 60% de Cisjordania.
Tomado de: https://www.infobae.com/america/mundo/2024/10/12/tension-en-medio-oriente-el-libro-que-explica-las-claves-del-conflicto-entre-israelies-y-palestinos/
NOTA:
No hay comentarios:
Publicar un comentario