Asegura
que la construcción de proyectos eólicos en La Guajira debe ser una prioridad
para recuperar la soberanía energética, mientras sentencia que no caben más
equivocaciones.
Por: Érika Fontalvo
Son
tiempos retadores para el sector energético colombiano. Bien lo sabe Juan
Ricardo Ortega, economista bogotano de 57 años, quien desde 2020 preside el
Grupo Energía Bogotá, una multilatina con operaciones de energía eléctrica y
gas natural en Colombia, Perú, Brasil y Guatemala.
Con
su habitual pragmatismo confirmó que por la escasez de energía y gas el valor
de los servicios se encarecerá. Argumentó que la pérdida de la soberanía
energética fue decisión del Gobierno que quitó el foco de los grandes proyectos
de energía. También cerró filas en torno a la gestión del sector privado, al
que se le acusa de enriquecerse a costa de la gente, y aunque anticipó que la
actual crisis dolerá por un rato fue optimista al señalar que sí será posible
darle la vuelta a este difícil momento.
¿Cuál
es su diagnóstico del mercado de la energía?
El
país tiene un sector eléctrico con empresas sólidas y calidad de capital
humano, reconocido internacionalmente. Somos ejemplo mundial por la
competencia, honestidad y transparencia de su institucionalidad. Eso no quiere
decir que no podamos mejorar, pero debemos confiar en la competencia de
nuestros ingenieros y de lo logrado por Colombia que ha aguantado fenómenos de
El Niño severos, sin apagón. Ya nadie se acuerda de lo que fue eso. Las nuevas
generaciones creen que la electricidad es una garantía. Por razones sociales
está siendo casi imposible hacer los proyectos de transmisión y de generación
en los tiempos planeados, no se culminan ni siquiera el 20 %. El Grupo Energía
Bogotá tiene líneas de transmisión listas hace 10 años, pero el país no tiene infraestructura
disponible y se está quedando sin cómo generar suficiente electricidad.
¿Eso
nos expone a apagones?
Hay
días en los cuales la oferta en firme, es decir la electricidad que es 100 %
confiable, es menor que la demanda. No ha habido apagones porque tenemos
energía que no es en firme. Ese es justo un reto de la energía solar y la
eólica, interrumpible porque pasa una nube y se pierde el 20 % de lo que
generaba esa planta. El país ya está en un borde donde la oferta y la demanda
son iguales y los sectores eléctricos son muy vulnerables a tener caídas en el
momento en el que la demanda supere la oferta. Si no se ejecutan los proyectos,
comenzaremos a sufrir desconexiones.
¿Ese
margen tan reducido se traduciría en tarifas más altas?
Todo
conspira para que vayamos a escenarios de tarifas altas en múltiples
dimensiones. Los proyectos baratos que tenían a $95 el kilovatio hora –para que
tengamos un referente, en la bolsa de energía el precio oscila entre $400 y
$800–, como los eólicos de La Guajira que tuvieron el cargo de confiabilidad
por esa razón, pues ninguno de ellos está en construcción, ninguno. Y debían
entrar en su totalidad en el 2022. La línea de transmisión para muchos de esos
proyectos, gracias al apoyo del gobierno que se merece el crédito, estará lista
en el 2026. El retraso es de cuatro años.
Si
lográramos que la gente invirtiera nuevamente en proyectos de generación,
estarían listos con suerte en el 2027. Tenemos una brecha de más de 4
gigavatios de potencia, entre 20 % y 25 % de todo lo que consume el país, que
no están disponibles cuando se necesitan. Hay escasez y tenemos muchísimos
problemas en la predicción del agua. La gente cree que la energía de las
hidroeléctricas es gratis. El agua cae del cielo, uno no paga una factura por
el agua que cae del cielo y cuando cae a la represa esta genera, entonces da la
sensación de que esa energía es gratis.
No
es fácil de entender, intente explicarlo...
El
77 % de la energía de Colombia usualmente es hidráulica. Colombia tiene
regímenes de lluvia privilegiados. Esas enormes fuentes de agua nos dan casi
toda la energía. Lamentablemente los ciclos se han vuelto impredecibles. Y ¿por
qué es importante que la gente entienda por qué es costosa la energía de una
hidroeléctrica? No porque el agua sea más cara del cielo, no porque uno esté
pagando la infraestructura que ya se hizo, en el caso del Guavio en los años
80, aunque en el de Ituango se acaba de hacer, sino porque en un compromiso con
el país se firmaron contratos para vender el 80 % de la energía de esas
hidroeléctricas a precios razonables. Los contratos de Enel con Air-e eran a
$280 el kilovatio hora. Y los generadores tienen que honrarlos, tengan o no
tengan agua.
Enel,
el año pasado, gastó $800 mil millones en honrar esos contratos comprando la
energía a $1.000 pesos en bolsa. No es que le cobraron a la gente una fortuna
para explotarla, sino que para cumplir con los contratos las empresas asumieron
un riesgo y perdieron cifras inmensas de dinero. Que le digan a la gente que
uno gana porque el precio de bolsa es alto es un desconocimiento profundo de la
naturaleza de los contratos que son a 5 y 10 años, en los que uno se compromete
a pagar la electricidad a un precio con una indexación generalmente amarrada al
Índice de Precios al Productor (IPP) y no más. El riesgo de que no haya agua se
asume al 100 %, de manera que, ¿cuánta gente puede hacer negocios tomando el
riesgo de que Dios determine que llueva o no?
¿Qué
ocurre en otros sectores?
Los
precios de los productos agrícolas también oscilan y nadie dice que los
agricultores son unos ladrones. Aunque mire lo que pasa con el precio del café.
Ya están diciendo que los cafeteros colombianos son ladrones, que tienen un
precio ilícito porque el café está en casi 4 dólares. Pues no, los cafeteros
asumen todos los años el riesgo de que haya sol y lluvia en los momentos que se
requiere para la floración.
Actualmente,
en las juntas directivas discutimos si los contratos de vender el 80 % de la
energía potencial de una hidroeléctrica se pueden hacer a 5 y 10 años, porque
ya nadie tiene ni idea qué va a pasar. Esa realidad nos afecta muchísimo. Uno
ve a Perú o Brasil tomando decisiones muy estratégicas porque como el agua es
incierta construirán la base de la energía sobre el gas. Pero dejamos que
también se volviera escaso por decisión.
¿Qué
quiere decir?
Que
la escasez no es producto de nada distinto a una decisión. Y ahora que no hay
gas, tenemos empresas especulando de manera muy agresiva con gas a 2 y 3
dólares que están vendiéndolo a 15 y 18 dólares con utilidades extraordinarias.
Nunca nadie en el sector eléctrico ha tenido las utilidades que obtienen las
industrias y productores de gas hoy en día. Y no son los distribuidores, ellos
tienen que vender al precio que compran, son los productores que están haciendo
unas fortunas inmensas.
¿También
la energía se encarecerá por la escasez de gas?
Por
la escasez de gas y porque en el Caribe no ha entrado al sistema ningún
proyecto eólico, e insisto, ninguno está en construcción. El 10 % de la
generación del país iba a estar en La Guajira para alimentar a la región. Esa
era la gran esperanza. Se hizo una subestación gigante en La Loma para
abastecer a la Costa. Al final, una gran apuesta en dimensiones visionarias,
equivocada en el manejo social en gobiernos anteriores, pero no se concretan
los proyectos.
¿Y
en la actual administración?
El
Gobierno nos ayudó muchísimo en la construcción de la línea de transmisión de
energía Colectora que estará lista en agosto. Nosotros no estamos en el sector
de generación, nuestra línea que llega a Cuestecita ya es un hecho, pero ahora
no hay ningún proyecto construyéndose en el sur de La Guajira. Se han ido todos
porque desconfían del país, tanto por las demoras y trámites y porque se ha
generado incertidumbre sobre cómo se van a formar los precios. Uno no entierra
plata sin saber si la recuperará, ante la incertidumbre no hay inversión y no
tendremos la electricidad requerida.
Existen
también debates en temas sociales y ambientales porque se perdió la capacidad
de creer en la ciencia y la evidencia. Hidroituango, un logro de la ingeniería
que merece el reconocimiento y la admiración de los colombianos, que permitió
que el país no se apagara, es como un vaso que puede crecer más para darle más
seguridad energética al país, pero la regulación ambiental no lo deja.
¿Coincide
con otras voces del sector que hablan de crisis inducida?
En
Europa funcionan las comunidades energéticas, fuentes de energía distribuida a
nivel de hogares o barrios pobres, que son una solución para ciertas
poblaciones. Pero esa salida jamás generará el volumen de electricidad que el
país o las regiones requieren. Entonces, por una preocupación de una población
puntual muy marginada, sin duda, y que amerita una salida, quitamos el ojo de
donde está la gran apuesta energética de Colombia que son los grandes proyectos
de energía.
Colombia,
país rico en recursos hídricos, debería explotarlos mucho más, como hace
Noruega, pese a sus retos ambientales. Las hidroeléctricas son la generación
más costo-eficiente, después está lo eólico en La Guajira, que debe ser una
prioridad. El gas, la gran piedra de la discordia, habría sido la solución para
que el Gobierno construyera lo que le interesaba a partir de este energético,
poniéndole tope al costo de la electricidad. El gas es lo único que garantiza
generación cuando se requiera, con plantas térmicas. Por ejemplo, Brasil y Perú
han sido muy inteligentes en su manejo energético dándole una dimensión central
al gas para que tenga un precio bajo.
Lo
del gas, ¿es la crónica de una crisis anunciada?
Colombia
le quitó la atención a un sector clave con un potencial que debería haber sido
prioritario y nos quedamos sin reservas.
¿Y
ahora qué hacer?
Sacar
el gas que hay en el Piedemonte Llanero, en vez de reinyectarlo y construir una
infraestructura para transportarlo. Garantizar que no se haga formación de
precios por subastas. Regular el precio del gas nacional, ponerle un tope,
porque la liberación de precios no funcionó, debido a que en Colombia hay
monopolios y estos abusan, sean públicos o privados. También se deben
establecer reglas para comprar el gas importado lo más barato posible, ya que
en la actualidad a uno no le venden este gas a un precio fijo, sino que su
precio es indexado y existe un riesgo, el cual no lo pueden manejar las
empresas. Ese riesgo lo vivirán los consumidores por una decisión, insisto, de
perder la soberanía energética, de la que depende la transición energética, y
Colombia ya la perdió.
¿Ecopetrol
no lo está haciendo bien en materia de gas?
No
conozco el tema a fondo para decir si lo hace bien o no. Pero Colombia tiene
los recursos y perdió soberanía.
Intervenir
la bolsa de energía, presionar a XM y al resto del sector de electricidad y
gas, ¿resuelve la escasez?
Si
uno se imagina un mundo en el cual los servicios públicos se estatizan, como en
buena medida ha hecho México o Sudáfrica, se puede tener un sector totalmente
en manos de lo público. La pregunta de fondo es: ¿va a tener la misma calidad?
¿El mismo precio? A mí me dijo una poderosa senadora del Partido Histórico que
tener utilidades es inmoral, que las empresas no deberían tenerlas porque le
están quitando plata a la gente. Eso suena muy bien en la retórica, pero
esconde una gran mentira.
Si
el sector público fuera a hacer la infraestructura eléctrica, tendría que pedir
el 100 % prestado y las tasas de interés, por la poca confiabilidad que tiene
Colombia, estarían en el orden del 12 % o 13 %. Luego tiene que cobrarle a la
gente 12 % o 13 % más para poder pagar la deuda. Además de las ineficiencias
que siempre tiene el sector público por burocracias y clientelas porque van a
nombrar a primos, sobrinos y tíos de todos los amigos. Esa es la realidad.
¿Hay
una estrategia para satanizar al sector energético privado?
En
nuestro caso, y todo se puede verificar en los reportes de Supersociedades, el
Grupo Energía Bogotá no gana nunca más del 12 %, de hecho el rendimiento está
entre el 8 % y 10 %, la tasa promedio del capital de inversiones es del 9 % y
tenemos $27 billones invertidos en Colombia. Si metiéramos la plata en deuda
nos iría mucho mejor. Mi deuda es mucho más barata que la de Ecopetrol y la de
la Nación, porque nuestro manejo es serio, al igual que el de EPM o Isagen.
Es
lo que nos permite salir y pedir prestado a largo plazo a 7 %, cuando el
Gobierno no lo consigue por menos de 9 %. Cierto que este no tiene utilidades,
pero sí más costos. Lo que me gano en utilidades es la eficiencia de poner el
capital de una sociedad que ahorra juiciosamente como lo hace Bogotá y de
conseguir deuda barata porque nos creen, no contratamos pendejadas y
controlamos los costos de lo que hacemos y rendimos cuentas.
El
problema del sector público es que no es capaz de gestionar, no ha podido
nunca, porque no tiene gerentes, ni capital humano, ni cultura organizacional.
Una empresa es confianza, a diferencia de un ciclo político que cuando se
cierra barren con la gente, nadie confía en nadie, todo el mundo se queda
callado para mantener el puesto y sin ocuparse de lo que importa, que es
producir resultados.
¿Cuál
es su pronóstico en el mediano plazo?
Será
duro, todo esto dolerá mucho por un rato, Colombia siempre logra dar la vuelta,
pero no nos podemos seguir equivocando. El país tiene gente capaz de corregir
esto rápido. El gran reto será recuperar seguridad tras el fortalecimiento de
las AGC y el ELN y la debilidad de la fuerza pública.
En
el sector energético, la capacidad de las empresas es berraquísima, será clave
que el Gobierno cumpla sus deudas y, algo fundamental, se debe resolver lo de
la opción tarifaria. El Ejecutivo presionó al Congreso metiéndola en el
proyecto de ley de financiamiento. Si lo hubiera hecho por aparte, se lo
habrían aprobado en 20 días con mensaje de urgencia, pero fue su decisión poner
a la gente de la región Caribe como rehén para sacar lo que le interesa para su
clientelismo y poder electoral en vez de resolver sus problemas. Además, está
el tema de los subsidios.
¿Subsidios?
¿De qué habla?
Se
están dando subsidios eléctricos a estratos 1, 2 y 3, por $1,2 billones al año,
a gente que no los debe tener. Están mal asignados por errores en
estratificación y el Gobierno sabe que se los están robando. En estrato 1, cómo
es posible que una familia consuma 2.000 kilovatios hora, cuando el promedio es
de 370 en Santa Marta u otras ciudades de la Costa. Se tiene que mejorar la
estratificación y trabajar en nuevos códigos de construcción en términos de
diseño arquitectónico y materiales para reducir las altas temperaturas por
cambio climático. Los techos de zinc se deberían prohibir y los pavimentos no
pueden ser grises porque absorben calor. Hay que hablar sobre alturas, sombras
y en cómo maximizar el número de árboles. En definitiva, la eficiencia energética tendría que ser
el centro de la discusión para bajar la cantidad de energía que se gasta en la
región.
¿Qué
tan posible es manejar la energía?
¿Sabía
que un ventilador de techo consume la mitad de uno de pie? A la gente se le
debería educar en ese sentido, darle precios por franjas horarias para que
consuma en el día, en la mañana y no lave ropa en la noche cuando la energía es
más escasa y, por tanto, más cara. Es fundamental que se instalen los medidores
inteligentes con tecnología AMI para que controlen cuánto consumen en tiempo
real desde su celular. Pero el Gobierno no ha querido nombrar comisionados de
la Creg en propiedad para que resuelva precios por franja horaria.
Tomado de: https://www.elheraldo.co/economia/2025/02/12/juan-ricardo-ortega-presidente-del-grupo-energia-bogota-habla-sobre-la-escasez-de-gas-en-el-pais-y-sus-efectos/
NOTA:
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