Hoy
en Colombia vivimos en una guerra que ya no es tan fría ni silenciosa, donde
los fanatismos políticos de Izquierda y Derecha nos quieren obligar a
atrincherarnos en los extremos, excluyendo la razón o no admitiendo más que su
razón. El resultado: la división del país, la falta de justicia, la lucha entre
clases sociales y la amenaza constante de perder lo que con esfuerzo hemos
construido como sociedad.
La
fractura del pueblo colombiano comenzó a ser más notable durante la negociación
entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de la Farc la cual terminó con la
firma de los acuerdos en el 2016. Curiosamente no fue un asunto de fondo sino
de forma, pues la división nunca se generó por la búsqueda de la Paz sino por
el cómo se realizó la negociación. Allí tristemente nos obligaron a tomar
partido, en medio de una campaña política publicitaria en la que nos vendieron
la continuación de la guerra o una paz injusta para las víctimas. Yo, de hecho,
voté sí a la firma del acuerdo, pues siempre he preferido una paz imperfecta en
vez de una guerra perfecta.
Gracias
a esa coyuntura algunos comenzaron a atrincherarnos creando un exceso de
polarización que solo produce conflicto y no permite que los ciudadanos
encuentren su propio centro y la certeza del papel del Estado en la sociedad.
La pobreza, inseguridad y la poca empatía ciudadana volvieron a ser los
protagonistas del país y hoy esas falencias nos tienen en el punto donde nos
encontramos.
En
conclusión, la polarización de Colombia no es un asunto de ideas ciudadanas
pues estas al final se complementan, es un tema de liderazgos políticos y sus
cambios constantes de toldas, es, sobre todo, un fenómeno de egos. Un
enfrentamiento entre poderosos particulares que impulsan el fanatismo emocional
en donde las ideas de progreso colectivo terminan siendo las grandes ausentes y
el pueblo el gran perjudicado. Ya lo decía Franklin Roosevelt, “un radical es
alguien con los pies firmemente plantados en el aire” y así están nuestros
actuales líderes por eso hoy los ciudadanos tenemos más dudas que certezas.
Y
es que mientras el negocio para algunos de la izquierda y la derecha en
Colombia es la radicalización como medio para alcanzar el poder, nosotros nos
creemos la mentira de que ambas ideologías son irreconciliables, olvidando el
principio de polaridad: todo tiene dos caras, dos opuestos que se complementan
y son vitales para la coexistencia.
Es
claro, solo si somos capaces de reunificar las polaridades será posible
experimentar otra realidad, una que no esté definida por nuestra posición sino
por una decisión libre de acuerdo con las circunstancias.
Los
reto a encontrar un solo extremo que sea positivo. Ni siquiera el amor es un
buen exceso pues orden sin amor es tiranía pero amor sin orden es alcahuetería.
Sí es posible Gobernar con lo mejor de cada ideología llegando al anhelado pero
difícil centro, aquel que nos permitirá avanzar unidos en pro del progreso. El
centro es el abrazo de los extremos. No es hora de girar a la izquierda ni a la
derecha, es hora de ir hacia adelante.
Tomado
de: https://www.larepublica.co/analisis/miguel-uribe-turbay-3432420/el-centro-el-abrazo-de-los-extremos-3472641
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