¿No será que realmente en el pacto de Petro con Lafaurie ambos se apuntaron un ‘hit’?
Un importante economista y
exministro colombiano me describió así, en privado, el acuerdo agrario entre
Petro y Fedegán: “Inmoral, censurable, falto de ética, y rompe todo principio
de legalidad”.
Descalificación tan tajante me
ha tenido varios días pensando. Es cierto que José Félix Lafaurie, a quien
aprecio personalmente, no cuenta con la aclamación general por las asociaciones
que se le han hecho con el paramilitarismo, hasta hoy no confirmadas. Que ahora
Petro se apoye en las muletas, según algunos, “ensangrentadas”, de Fedegán,
para pactar la reforma agraria que llevamos 60 años intentando, y que además le
agreguen el calificativo de pacto “histórico”, contiene algo de desprecio hacia
los esfuerzos que hicieron en su momento López Pumarejo y los Lleras.
Entonces, comencemos a
evolucionar los argumentos, a ver si podemos concluir algo bien distinto.
Suponiendo que el pacto agrario ya firmado es un hecho, y que va en serio, la
primera pregunta obligatoria sería: ¿y qué pasa con las tierras de los
palmeros, cañeros, cafeteros? ¿Por qué el gremio ganadero termina como único
interlocutor de la reforma agraria? A su vez, escuché a un ganadero decir que,
con respecto a los intereses del sector, entre lo firmado y su puesta en marcha
hay mucho detalle técnico por concretar.
Es cierto que ya el ministro
Ocampo advirtió tajantemente que esas tierras no se pueden comprar con TES,
pero existen otras formas de deuda pública. Los ganaderos ya se preguntan: ¿y a
cuál tasa y plazo nos negociarán? Y debido a que la mayoría de las tierras
ganaderas están subvaluadas, ¿nos irán a cobrar ganancia ocasional? ¿Cuándo
realmente se lograrán entregar 3 millones de hectáreas saneadas y debidamente
dotadas de políticas de infraestructura y fomento, y cómo se resolverá el
misterio de dónde saldrán los 60 billones que calcula Petro que cuestan?
Entonces, hagamos el ejercicio
contrario: ¿no será que realmente en el pacto de Petro con Lafaurie ambos se
apuntaron un ‘hit’?
El primero, porque por lento
que se mueva el proceso de compra y adjudicación a sus nuevos propietarios, ha
encontrado una forma de ganar tiempo ante la avalancha de invasores de tierras
de propiedad privada, aplacándolos como “gran reformador” que promete que esas
tierras terminarán a las buenas, con paciencia, entre desposeídos. Y
salvándonos de que esto termine en una guerra entre indígenas, afros,
campesinos y terratenientes.
Por el lado de Lafaurie,
¡quién iba a imaginar que sería precisamente él quien terminaría haciendo la
reforma agraria con Petro!
Pero incluso, podemos
concederle más al Gobierno: Petro ha logrado plantear una reforma agraria
interesante; porque es la más pacífica imaginable, sin expropiación, y más bien
con compras a precios reales de mercado, mediante un pacto acordado con el
sector de los terratenientes colombianos, el más frecuentemente asociado con la
actividad ganadera del país. Por encima de toda suspicacia, aquí parece haberse
pactado un desplazamiento pacífico de la propiedad, con un traspaso legal de la
tierra.
Aun visto así, bajo una
perspectiva bastante victoriosa sobre Petro y su socio Lafaurie, subsisten las
dudas sobre aspectos técnicos. Después de conseguir la plata: ¿la negociación
será entre Fedegán y el Gobierno, o con cada propietario por sí mismo? ¿Qué
pasará con las tierras no ganaderas? Y la racionalidad territorial: ¿a quiénes
les comprarán, y a quienes les adjudicarán? (Ya se habla de municipios donde
las disidencias de las Farc están empadronando). ¿Se van a crear en el
territorio nacional islotes de reforma agraria?
Subsisten suspicacias y
recelos que nos tienen preguntándonos qué misterioso proceso condujo a que el
Gobierno escogiera precisamente a los ganaderos para cuadrar este pacto. ¿Será
que ellos van a hacer el negocio de sus vidas, porque son el único sector al
que le sobra tierra? No pensaríamos así si el acuerdo se hubiera firmado, por
ejemplo, con un Jorge Bedoya, de la SAC, que está lejos de levantar esas
ronchas de suspicacias de pasado y de futuro.
Por eso este llamado “pacto
histórico agrario” me recuerda el simpático poema del Tuerto López, que narra
que cuando se murió Casimiro, el campanero de la iglesia rural, “... quedó
Juana, su sobrina, sin sol y sin alero ¡y tan hermosa como casquivana!”. Casimiro
apuró en un suspiro un cáliz de amargura: “¡conociendo al cura! / ¡Y conociendo
tanto a su sobrina!”.
Conclusión: en este pacto
agrario también hay cura y hay sobrina.
Tomado de: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/maria-isabel-rueda/columna-de-maria-isabel-rueda-petro-lafaurie-el-cura-y-la-sobrina-710183
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