Las recientes derrotas han
llevado al Kremlin a recrudecer la guerra. Ojalá funcione la diplomacia.
Volver sobre la guerra en
Ucrania, cada vez más atroz, es inevitable. En las capitales europeas y también
en Washington parece haber un consenso: cuanto más acorralado esté el
presidente ruso, Vladimir Putin, más peligroso será. Y ese temor se ha venido
reflejando de manera dramática sobre los campos de batalla a medida que la
contraofensiva de los ucranianos está haciendo retroceder, incluso de manera
vergonzosa, a los soldados rusos de las regiones del sureste que han sido
reconquistadas por el ejército de Volodimir Zelenski en una maniobra que no han
logrado contrarrestar.
Eso explica que Moscú haya
vuelto a subir el tono de la guerra de micrófono y a agitar el fantasma del uso
del arma nuclear, al amenazar con que un eventual ingreso de Ucrania a la Otán
llevaría a la Tercera Guerra Mundial.
Es el más reciente episodio de
una serie de anuncios que hacen pensar en un cambio de tercio en una guerra que
no fue relámpago, se acerca a los 8 meses de duración y parece alargarse, en la
medida en que si los ucranianos no quisieron ceder en las negociaciones cuando
la superioridad militar rusa era abrumadora, ahora que están en pleno éxtasis
victorioso no van a jugarse la carta diplomática.
Los anuncios casi desesperados
de Putin comenzaron días atrás con el llamado a la movilización general de
tropas, que le salió muy mal, porque miles de rusos empezaron a huir del país
para evitar la lucha, y la convocatoria ha sufrido severos reveses logísticos y
operativos. Luego, con la realización de referéndums secesionistas en las
regiones de Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia tampoco le fue bien, porque la
Asamblea General de la ONU, en una aplastante votación, le asestó una dolorosa
derrota diplomática al condenar lo que llamó la “anexión ilegal” y declarar que
“no tienen validez alguna ni sirven para modificar de ninguna manera el
estatuto de esas regiones en Ucrania”. Lo que era un esfuerzo del Kremlin por
imponer realidades políticas de hecho y disimular la que se percibe ya como una
desastrosa campaña militar quedó en nada, porque es justo en esos territorios
en donde las fuerzas ucranianas provocan la estampida de las rusas. Y ahora
aliados estratégicos como China e India han dejado ver su inquietud por la
larga duración del conflicto, que ya afecta sus intereses.
Ante este escenario incierto y
las fuertes presiones internas y externas a las que está siendo sometido, se
teme que Putin diseñe una ‘fuga hacia adelante’ poniendo muy arriba las
apuestas al atacar directamente a la población, suministros de energía, agua y
alimentos; perpetrando eventuales ataques a objetivos de la Otán, o incluso
usando armas nucleares tácticas, posibilidad que funcionarios estadounidenses
ven –de momento– remotas, pero nada descartables ante un Putin contra la pared.
Por eso, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Joseph Borrell, se
apresuró a notificar que de suceder esto y “sin fanfarronear”, el ejército ruso
sería “aniquilado”. El invierno será un juez implacable para los dos ejércitos.
Lo mejor, sin duda, es bajar el tono, llamar a la mesura y la sensatez,
y perseverar en la ruta diplomática que propone el presidente Joe Biden, pues
está en juego no el futuro de Rusia o el de Ucrania, sino el de toda la
humanidad.
Tomado de: https://www.eltiempo.com/opinion/editorial/putin-el-riesgo-crece-editorial-el-tiempo-709992
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