GERMÁN VARGAS LLERAS
Colombia necesita un sistema
sensible, eficiente y sostenible, ágil en la tramitación de citas.
Esta semana radicamos en el
Congreso el proyecto de ley estatutaria de reforma de la salud. Tengo la
convicción de que si hace dos años se hubiera dado trámite a esta propuesta no
estaríamos en estas discusiones, pero los paros de ese entonces ni siquiera
permitieron el debate. Del proyecto se desprende la necesidad de reformar el
sistema e introducirle trascendentales mejoras, pero sobre el principio de
mantener los importantes avances alcanzados en los últimos 30 años.
Varias coincidencias existen
entre nuestro proyecto y el presentado por el Gobierno. La primera, el
fortalecimiento de la atención primaria y los servicios básicos del primer
nivel. En segundo lugar, la prevención como eje del sistema mediante la
habilitación de la figura del médico de familia, con capacidad resolutiva y que
se convierte en la puerta de entrada al sistema. También coincidimos en la
necesidad de ordenar la integración vertical y en la posibilidad de avanzar en
la territorialización a través de redes mixtas que presten los servicios. Otra
preocupación que ambos proyectos atienden es terminar con la intermediación
laboral de médicos, enfermeras y auxiliares para impedir que sus derechos
laborales se vean afectados, como ocurre hoy en día.
Igualmente nos preocupa la
capacitación de especialistas. Hay que formar pronto no menos de 5.000 y
ponerle fin a ese selecto club al cual solo ingresan dos alumnos por
especialidad y hospital cada semestre. Y, por supuesto, el fortalecimiento de
la red pública de hospitales en 600 municipios que carecen de adecuados servicios.
En todos estos temas encontramos coincidencias y aproximaciones con el
Gobierno.
En estos años hemos aprendido
que muchas EPS jamás debieron autorizarse, pues no tenían ni la solvencia
financiera ni las capacidades operativas mínimas para prestar los servicios de
salud en forma adecuada. Muchas de estas fueron presas de la corrupción y la
politiquería, y sus propietarios y gestores se robaron las cápitas y los
recursos públicos.
Gran responsabilidad le cabe
al Estado en haberlas autorizado y en no haberlas intervenido y liquidado a
tiempo.
Pero otra cosa muy distinta es
acabar con el régimen de aseguramiento, que hoy cubre al 98 % de los
colombianos. Acabar con la gestión del riesgo en lo financiero y operativo, con
el control del gasto y su racionalidad y con las redes potentes y extendidas de
servicios que hoy tienen. Tampoco podemos eliminar el derecho de cada
colombiano a elegir y vincularse a la entidad que quiera, a la que le preste el
mejor servicio. Ni acabar con la medicina prepagada, los planes complementarios
y los copagos, pues además el sistema dejaría de recibir más de 1,5 billones al
año.
Nuestro proyecto tiene líneas
sobre las cuales no cabe ningún tipo de negociación ni acuerdo. Ellas son: No a
la estatización absoluta del sistema y de los servicios de salud. No al regreso
del ISS, como lo ha anunciado el director de la Adres. No a alcaldes y
gobernadores manejando los recursos de la salud, contratando redes, comprando
medicamentos y tramitando cuentas de cobro. No a la captura política y personal
de la población, utilizando la salud como instrumento de control electoral.
Lo que Colombia necesita es un
sistema sensible, eficiente y sostenible, ágil en la tramitación de citas,
tratamientos y medicamentos. Una Adres que sea el banco de la salud, que audite
y que pague oportunamente las cuentas, que maneje sistemas confiables de
información y ejerza un estricto control de los recursos públicos. Y una
Superintendencia fortalecida que asuma el saneamiento del sistema e impida que
se repitan prácticas corruptas en el conjunto del sistema.
Todo esto se puede conseguir
sin liquidar un sistema que es ejemplo en el mundo y sin saltar al vacío
asumiendo riesgos innecesarios y hasta ahora no bien calculados.
Albergo la esperanza de que
las líneas rojas, azules y verdes de los partidos socios de la coalición no se
vayan diluyendo en el trámite, como ocurrió con la reforma tributaria, y que
los anuncios de los jefes a lo menos en esta ocasión sean creíbles. El remezón
ministerial a escasos minutos de concluida la reunión de Palacio constituye un
mal presagio.
Tomado de: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/german-vargas-lleras/columna-de-german-vagas-lleras-lineas-rojas-azules-y-verdes-747254
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