Así
los hermanos venezolanos se enteraban de que seguirían por seis años más, ese
largo y tortuoso camino que los llevará a vivir bajo el yugo de la dictadura
hasta el año 2031 en un ridículo contra sentido de lo que reza su himno
nacional en el coro: ”Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó, la paz
respetando, la virtud y honor”.
El
pasado domingo 28 de julio, todos los colombianos estuvimos pendientes del
desarrollo de las elecciones en la hermana República de Venezuela, como si
fueran las de nuestro país. No podía ser de otra manera, pues Colombia desde
hace muy poco ha comenzado a transitar por una senda política caracterizada por
una agenda que nos hace presumir que pudiéramos llegar, guardadas las
proporciones, a la debacle política, económica y social en la que se ha sumido
la tierra de Bolívar y del bravo Páez. El resultado de esas elecciones
definitivamente sería un verdadero golpe de esperanza, no solo para los
venezolanos exiliados, sino para los colombianos, ya que la salida de Maduro
demostraría de forma inequívoca, el desastre que es el socialismo del siglo XXI
como modelo de gobierno.
Apenas
comenzaba a despuntar el sol en nuestra patria y los puestos de votación en
Venezuela ya estaban abiertos, en su gran mayoría, para que sus hijos acudieran
a su cita con una “democracia” apaleada durante estos 25 años del régimen de
Chávez y de Maduro en el poder. La expectativa era alta, pues en esas
elecciones, con tantos bemoles, cualquier cosa se podía esperar y en efecto, el
mundo fue testigo de la gran cantidad de interferencias sufridas por la campaña
de los opositores al oficialismo, las persecuciones, las detenciones y otra
serie de eventos que rompieron con las garantías de que en una democracia libre
se le debe prodigar a quienes aspiran a los cargos públicos de libre elección.
Las
redes sociales durante el día se llenaron de videos sobre la gran cantidad de
situaciones derivadas de las intenciones y acciones para entorpecer el voto
popular, por parte de algunos delegados del Consejo Nacional Electoral, de la
Guardia Bolivariana y de los colectivos, esos que fundó y armó Chávez hace
años, para la defensa de la revolución y que no son más que una organización
paramilitar que apoya al gobierno de Venezuela y que está ligado al Partido
Socialista Unido. Puestos que no abrieron, detenciones de votantes del grupo opositor,
manipulación de los equipos electrónicos de votación y agresiones a los
ciudadanos, fueron denunciados a lo largo del día.
A
las seis de la tarde se cerraron las votaciones y el resultado que todos
esperábamos se diera muy rápido, se fue postergando hasta las doce de la noche,
mientras se denunciaba que la página oficial del CNE se había caído, lo que de
alguna manera alertó a los simpatizantes del candidato opositor que se
mantenían en las calles; mientras tanto, el silencio oficial solo fue roto por
el ruido de docenas de motos en las cuales los miembros de los colectivos se
desplazaron por la ciudad de Caracas, intimidando y agrediendo con sus máscaras
y armas a los expectantes ciudadanos.
Sobre
la media noche Elvis Amoroso, el mismo que en su calidad de Procurador General
de Venezuela inhabilitara a María Corina Machado, hoy como presidente del
Consejo Nacional Electoral, apareció con actitud triunfalista y en rueda de
prensa, dio la noticia, la que todos presumíamos, pero que no queríamos
escuchar: Nicolás Maduro Moros ganaba las elecciones con un resultado
“irreversible”, según sus palabras, obteniendo el 51 % de los votos contra el
44 % de Edmundo González, habiéndose escrutado el 80 % de las mesas. En la
misma rueda de prensa denunciaba que la plataforma del CNE había sido objeto de
un ataque cibernético que retrasó —convenientemente a mi sentir— la
consolidación del informe.
Ya
en tarima, el mundo observó a un Maduro silencioso, parco, alejado de la
alegría que normalmente golpea a los triunfadores y después de unos minutos se
dirigió a la audiencia para presentarse, otra vez, como el “nuevo” presidente
de La República Bolivariana de Venezuela y como es parte de su discurso, las
diatribas contra la derecha, acusándola de ser la causante del hackeo contra la
plataforma del CNE. Llamó mucho la atención su saludo a la gran cantidad de
observadores internacionales, de cien países, según él, todos amigos del
régimen, pues los de la oposición fueron expulsados o no los dejaron entrar;
saludo que fue respondido con mayor entusiasmo y motivación que el que
reflejaba sus seguidores. Así los hermanos venezolanos se enteraban de que seguirían
por seis años más, ese largo y tortuoso camino que los llevará a vivir bajo el
yugo de la dictadura hasta el año 2031 en un ridículo contra sentido de lo que
reza su himno nacional en el coro: ”Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó,
la paz respetando, la virtud y honor”.
Debo
llamar la atención a que se mire bien quién está detrás del poder, que en
apariencia está en manos de Nicolás Maduro, que se revise quienes están detrás
del mandatario y su incidencia en la intención de mantener en el cargo a
Maduro. Debemos saber que a estas instancias de madurez del régimen, una salida
democrática es casi imposible, pues ellos, los que manejan todo, saben que un
cambio de gobierno los va a poner en condiciones penales complejas que no están
dispuestos a afrontar. La actitud y la seguridad de Diosdado Cabello Rondón a
lo largo del todo el proceso electoral fue elocuente, especialmente cuando
aseguraba que la derecha “más nunca volverá a gobernar en Venezuela”.
Ahora
que en Colombia algunos sugieren una reforma constitucional con la firme
intención de abrir la puerta de la reelección, pues cuatro años no son
suficientes para el proyecto del gobierno del cambio, espero que todos los
colombianos entendamos lo peligroso que es esa figura, la izquierda lo sabe muy
bien y por eso hicieron todo lo posible para que se cayera; que entendamos lo
difícil que es el sacar del poder de manera constitucional a una persona que lo
ha conocido, que sabe que lo tiene y que se ha vuelto adicto a él. Recordemos
que la reelección fue prohibida por el Congreso de la República en el año 2015
por ser inconveniente para la democracia.
Espero
que todos los colombianos entendamos lo dañino que es para una democracia,
cuando el gobernante de turno tiene el control total, coarta y constriñe a los
poderes del Estado, cuando se rompe la independencia propia de la separación de
poderes y se le concede atribuciones extraordinarias. Entendamos que cuando un
dictador se empodera, la democracia pierde sus dientes y la constitución por sí
sola no es suficiente para generar un cambio de gobierno. En ese caso se debe
salir a la calle, pelear derechos y libertades, presionar de tal forma, que el
único respaldo del gobierno, que son las fuerzas armadas, se vean obligadas a
decidir entre mantener al dictador en el cargo o respaldar al pueblo, para que
se restablezca el orden constitucional y el Estado social de derecho. La
izquierda sí que sabe de eso, sabe cómo hacerlo.
En
la noche del domingo 28 de julio, los miles y miles de venezolanos que se
congregaron en las plazas de casi todas las capitales de los departamentos del
país, regresaron a sus casas con el sentimiento de amargura y con una enorme
desilusión, pues sus sueños de regresar a sus hogares, a su tierra, para
reencontrarse con sus familias y para ayudar a reconstruir su país, tendrán que
esperar seis años más, para ver sí es que tienen una nueva oportunidad o sí
allá, en su patria, se cansan antes y salen a las calles decididos a recuperar
lo que se les ha quitado.
Tomado
de: https://www.semana.com/opinion/articulo/el-largo-camino-hacia-treinta-anos-de-dictadura/202450/
NOTA:
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