Maria Isabel Rueda
Ya Petro no sabe a quién culpar. Un día es al enemigo interno; otro, al Banco de la República.
En Colombia, por estos días,
los expresidentes no están en el corazón de los colombianos. Alfonso López
Michelsen los comparaba con muebles viejos que ni se sabe dónde poner, ni
tampoco cómo deshacerse de ellos. Por eso fue una sorpresa que el expresidente
César Gaviria, en un acto de independencia, resolviera jugársela por la
supervivencia económica del país.
Suena demasiado apocalíptico,
pero no lo es. La acción de Ecopetrol ha caído en un 40 %. El ministro de
Hacienda tuvo que sacar los TES del mercado porque ya los intereses que se le
cobran a Colombia como condición para la compra de estos bonos de deuda son el
doble de hace tres meses. La devaluación del peso frente al dólar, que ya
acaricia los 5.000 pesos, no solo es atribuible a factores externos, sino a la
falta de confianza creada en los mercados por los lineamientos políticos del
Gobierno; e incluso a declaraciones internas torpes e indiscretas, según el
propio José Antonio Ocampo, de algunos de sus colegas. Ocampo, por estos días,
no es cualquier ministro de Hacienda.
Es el hombre que le pone el
sello de seriedad a este gobierno; y todos atribuimos la indirecta a su colega,
la disparatada ministra de Minas, Irene Vélez, quien por cuenta de eso no sé
cómo podrá salvar su permanencia en el cargo. Pero lo más grave de todo fue el
mensaje al mundo de que Colombia se embarcaría en un alocado cambio en la
política de combustibles fósiles por energías limpias; a esta hora, no obstante
los trinos mínimamente tranquilizantes del presidente Petro, nos tiene aun
preguntándonos si solo se van a respetar los contratos de exploración y
explotación petroleros vigentes (no hacerlo sería un suicidio y nos dejaría
expuestos a millonarias demandas) o si habrá espacio para futuros nuevos
contratos que podrían ser claves en nuestro autoabastecimiento energético.
A eso sumémosle los peligros
de que siga subiendo la inflación, por causas tampoco atribuibles del todo al
gobierno Petro, pero a la que sin duda contribuirá la actual reforma
tributaria, que tiene a todos los gremios, y hasta al presidente Gaviria,
preguntándose si sus posibles excesos están planteados por encima de las capacidades
de los contribuyentes y amenazan con estrangular la economía.
Por eso, en medio del
vergonzoso unanimismo de los partidos, comprado por el presidente Petro, a
buena hora César Gaviria fue el primer político con autoridad que puso a sonar
las alarmas contra la reforma tributaria con frases tan lapidarias como que no
valía la pena votar por ninguno de sus artículos. En un cuidadoso documento en
el que incluso hizo importantes aportes Bruce Mac Master, de la Andi, el expresidente
advirtió que él no votaría esta reforma, y pidió a sus parlamentarios analizar
artículo por artículo.
Si bien los 14 senadores
liberales de Gaviria no le alcanzan para parar la reforma, por lo menos logra
dos cosas: que la reforma no se pupitree, y así habrá muchos artículos que, no
votados en bloque, mejor analizados, no pasarán. Lo segundo es que el acto de
hombría de Gaviria logró sacudir la conciencia de los miembros de otros
partidos cobardes y arrodillados. Era muy importante ponerle ese palo a la
aplanadora petrista. Están acabando con nuestra economía, pero nunca imaginamos
que el deterioro sería tan rápido.
Ya Petro no sabe a quién
culpar. Un día es al enemigo interno; otro, al Banco de la República; o al
Gobierno de los EE. UU.; o a Mac Master. Pero ninguna de esas explicaciones
logra aplacar los mercados, ni le sirven al propio Ocampo, quien después de un
viaje exploratorio a los EE. UU. fue advertido por los inversionistas del
escepticismo que en la comunidad financiera internacional generan las políticas
del Pacto Histórico.
Como el asunto ya pasaba de
nerviosismo a pánico, Ocampo sabía que internamente el Gobierno tenía que
producir un cambio de tono. Pero su ortodoxia sigue chocando con discursos como
el de Petro, quien la semana pasada habló de la voracidad de los descendientes
de los esclavistas, sin que nadie entienda. ¿Ganará la línea populista o la
responsable?
Por lo menos para parar el
dólar, habría dos cosas que servirían: una, quitar a la activista Irene del
Ministerio de Minas e instalar ahí a un técnico. La otra sería meter un
reversazo en materia de la viabilidad de futuros contratos de exploración y
explotación petrolera, lo cual bajaría el dólar y recuperaría la acción de
Ecopetrol. Ninguna de las dos cosas hará Petro.
En Inglaterra, por las
embarradas económicas del Gobierno, a la primera ministra Liz Truss le tocó
salir primero de su ministro de Finanzas y su secretaria del Interior, y luego
renunciar a ella misma, ganándose el apodo de la ‘Ministra lechuga’, por su poca
duración. Aquí, con que Petro salga de su ministra Irene Vélez, muchas cosas
podrían mejorar, y sin necesidad de que, como la Truss, también tenga que salir
él.
Tomado de: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/maria-isabel-rueda/columna-de-maria-isabel-rueda-ave-cesar-711825
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