Lo que vimos en la capital del
país esta semana no puede volver a pasar. Desde este espacio expreso mi apoyo
irrestricto a nuestra fuerza pública y toda la solidaridad con nuestros
policías y sus familias.
Bien decía John Adams, el
segundo presidente y primer vicepresidente de Estados Unidos, que una república
es un gobierno de leyes y no de hombres, donde nadie está por encima de la ley
y todos sus habitantes reciben el mismo tratamiento frente a esta.
Complementariamente, para que la ley pueda garantizar el orden y la libertad en
una sociedad, el monopolio de la fuerza debe recaer única y exclusivamente
sobre el Estado. El reconocido filosofo inglés, Thomas Hobbes, en su siempre
vigente libro Leviatán, argumentaba, más de un siglo antes que Adams, que el
ser humano es malvado y salvaje por naturaleza, y por lo tanto toda sociedad
requiere de una institución superior que lo gobierne y lo controle.
Los lamentables y reprochables
hechos que vivió Bogotá esta semana nos recordaron esa naturaleza de la que
hablaba Hobbes hace más de 370 años. Fue sumamente doloroso ver a nuestros
héroes humillados y violentados salvajemente con piedras y palos, mujeres
policías arrastradas del pelo por las calles, y miembros del Esmad arrinconados
e indefensos ante hordas de desadaptados. Desafortunadamente, los vergonzosos
episodios de esta semana no son nuevos y responden a una estrategia para
vulnerar las instituciones y el orden constitucional del país. Durante el mal
llamado paro nacional del año pasado, se repitieron una y otra vez
desgarradoras imágenes en las que encapuchados atentaban con sevicia contra la
integridad física y las instalaciones de nuestra fuerza pública. En algunos
casos, estos atentados ocurrían con la complacencia de figuras públicas,
quienes, a pesar de gozar de protección personal por parte de la policía, desde
sus redes sociales insultaban y maltrataban a nuestros uniformados.
Lo que experimentó Bogotá esta
semana nos debería llevar a una reflexión profunda como sociedad y como país.
Pareciera que estamos renunciando gradualmente a esa simple pero potente
definición de república que esgrimió Adams hace 200 años. Pareciera que nuestra
sociedad ha aceptado implícitamente que algunos ciudadanos están por encima de
la ley o que esta se aplica de manera selectiva en nuestro país. ¿Por qué no
dimensionamos las implicaciones que tiene desconocer el imperio de la ley? ¿Por
qué pareciera que el Estado ha aceptado renunciar al monopolio de la fuerza?
¿Por qué tanta apatía e indiferencia de parte de la ciudadanía ante los
deplorables hechos de violencia en contra de nuestra fuerza pública?
Nuestros policías son los
responsables de garantizar la seguridad y el orden en nuestras ciudades. Estos
valientes hombres y mujeres, entregados a su profesión, están dispuestos a dar
su propia vida por protegernos. Además, detrás de cada policía hay un ser
humano, una historia de vida, una familia. Es deber de todos respetarlos,
retribuirles su servicio y defenderlos de los que quieren la anarquía y el caos
para el país. Es deber de todos enaltecer uno de sus lemas: ¡Es un honor ser
policía!
Tomado de: https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/en-defensa-de-nuestra-fuerza-publica-GD18930161
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